miércoles, 22 de agosto de 2007

Palacio Ducal y otras caminatas


Caminamos como esclavos en venta. Recorrimos San Marcos, San Polo y las cercanías de la Plaza de Roma. Coleccionamos, en la tarde soleada y saturada de gente, instantes preciosos: La contemplación del Paraíso de Tintoretto en la Sala Central del Palacio Ducal es para respirar agua. El fresco intimida, minimiza cualquier tentativa voluntaria. Anduvimos también por la antigua prisión de Los Plomos, vecina del Palacio, desde donde el incomprendido Casanova se fugó hacia los caminos de Trento, para residir, finalmente, en Bolzano donde, pasados los años, no le quedó más remedio que enamorarse –esto según la interpretación de Sándor Marai. Imposible visitar la Basílica de San Marcos, las colas de japoneses provocaban enorme pesar.
El puente del Rialto fue otra marca indeleble, sólo lo habíamos visto, a oscuras, desde el vaporetto. Leímos su historia, indagamos en sus detalles. Supimos, por ejemplo, que Miguel Ángel Buonorotti y el Tintoretto, entre otros grandes, participaron en el concurso por la construcción del puente. Se formó, entonces, una disputa arquitectónica por el número de arcos y, como buenos genios, se pelearon y el proyecto se estancó. Finalmente, el monumento fue construido por un olvidado arquitecto llamado Da Ponte. Hasta la fecha, para mí, “Da Ponte” era sólo una tasca de Chacao en la que, desde los tiempos del Promesas Patrias, me había emborrachado gustosamente en compañía de personas que, en su mayoría, olvidé. La zona llamada San Polo también nos cautivó. Tintoretto siguió dictando cátedra. El edificio llamado Scuola Grande di San Rocco es una muestra significativa de sus dotes. Algo hace, sin embargo,
- su coloración, sus tonos oscuros, su manierismo fletado, que, desde mis primeros tropiezos con los pintores venecianos en los libros de Cándido Millán, tenga preferencia por Tiziano. Cuenta Goethe en su Viaje a Italia cómo la Asunción de la virgen en Santa María del Frei inspiró en él una especie de ‘tripeo’ sublime. Igualmente, a mi pesar – luego me regañaron, dejé a Bea sola y me senté a disfrutar en esa iglesia, por minutos, de la magnificencia del Tiziano: el peso de las nubes en los hombros de los niños que levantan a la virgen es un detalle que, profundamente, me provocó gran mortificación. Luego, caminamos.
La gran noticia del día fue que Bea pudo recuperar su maleta. Tuvimos que volver al aeropuerto Marco Polo. Allí, luego de que un bondadoso agente de seguridad nos permitiera la entrada – la oficina de reclamos estaba cerrada, recuperamos la misteriosa valija. Tres días después, Bea pudo volver a usar su desodorante. Como dato gracioso puedo referir que, la primera tarde en el Lido, compró un desodorante de spray que, al usarlo, salió disparado a su rostro y le irritó los ojos. Hasta este momento, cuando son las dos de la mañana en Venecia del jueves 23 de agosto ha tenido la vista roja.
Y mañana (dentro de unas horas) a Padua.
Saludos.
Cuando tenga tiempo habrá más COMIDA CHINA.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,
Esperamos que continuen pasándola bien. Tus comentarios del viaje se podrían llamar crónicas de la luna de miel. Por otra parte, parece que no te has topado con ninguna tasca o bar de regular muerte, cuando lo hagas por favor has el comentario correspondiente.-
Saludos,
Tere y José

Toronto dijo...

Hola: que buenas tus crónicas,Eduardo,no sabía que habías escrito desde el primer día.Hoy me metí en mi cuenta para ver si Franchu me había enviado fotos del matrimonio y me encontré con esta agradable sorpresa, dile a la floja de Bea, que también escriba, así tendremos dos versiones de la lina de miel,aunque haya comenzado con algunos inconvenientes.
Besos.
Bego.