martes, 28 de agosto de 2007

VERONA


Eduardo: ¡Engañoso, engañoso. Harto engañoso!
Bea: El edificio es bonito. Algo, de verdad, tuvo que haber pasado en esta casa.
Eduardo: Franco Zeffirelli es el responsable. Rodó, en 1968, Romeo y Julieta y, probablemente, usó esta locación. Desde entonces la gente de Verona estafa a los turistas diciéndoles que esta es la casa de los Capuletto.
Bea: El balcón es precioso.
Eduardo: Es verdad. Anda a hacer la cola para tomarte una foto en el balcón de Julieta.
Bea: No pretendo hacer esa cola.
(Finalmente, luego de recorrer los cuatro pisos del rincón shakesperiano, Bea hizo su cola detrás de siete japonesas, una hindú y una alemana. La foto, aunque distante, pueden apreciarla, al inicio del texto)
De Verona impacta, sobre todo, la antigua Arena. El edificio data del siglo I. Compramos la Verona Card, un valioso documento que incluye entradas a los lugares más representativos de la ciudad. La Arena, por desgracia, se preparaba para un evento nocturno. Un Joaquín Riviera del véneto colocó gigantes y coloridas rosas artificiales sobre el foro.
La presencia de Roma –la antigua, sin embargo, deja huella. Caminamos cerca del palco principal donde, probablemente, los emperadores y personajes de poder se sentaban a degustar entretenidas matanzas de cristianos. Por momentos, y sin clemencia, lancé –de memoria, a varios políticos venezolanos al ruedo. Gladiadores y fieras del África los masticaron con alevosía. Logré, ante tal espectáculo, visualizarme entre el pueblo más llano, saltando y lanzando ‘vivas’. La escena ofrecía tapices fascinantes de destrucción pero, intempestivamente, Bea me pidió, por favor, que le tomara una foto y mi amable sueño desapareció. Salimos de la Arena y decidimos caminar al norte. Siguiendo las indicaciones de un folleto, anexo a la Verona Card, tomamos la vía que nos llevaba a la supuesta casa de Julieta Capuletto.
Verona nos saturó de iglesias: Santa Anastasia, San Pedro y San Pablo, San Lorenzo, San Fermo. Al final de la tarde confundíamos los estilos; gótico y románico pasaron a ser lo mismo. Madonnas y niños, clonados, infectaron nuestro imaginario de resplandor bizantino. Volvimos a Venecia de noche. Ambos, creo, dormimos en el vaporetto.

2 comentarios:

Ceci E. dijo...

Beísima, siento decirte que la vieja a tu izquierda te robó, contundentemente, el protagonismo de la foto.

Besos y que Firenze los hipnotice,
C.

Bea dijo...

Che, eso no es problema. Al llegar a Madrid edito a esa vieja, así quedaré yo sola en la foto ;)

Besos
Bea