viernes, 7 de septiembre de 2007

GALERÍA UFFIZI Y OTRAS NOTAS


En Florencia todo referente cultural lo cobran. Si Jesús de Nazaret volviese al suelo y, reciclando los episodios de su vida pasada, se propusiera expulsar a los mercaderes del templo acá, en la ciudad de los Médicis, se daría banquete. Los precios para entrar a iglesias, conventos, baptisterios, museos o edificios antiguos son, en su mayoría, abusivos. Lo del Palacio Pitti es de escándalo: pagamos un billete de 11 euros c/u con el que sólo pudimos visitar dos salas. Los hermosos jardines reales sólo pudimos apreciarlos desde la distancia. Por otro lado, los encargados de custodiar y vigilar el ingreso a los museos son, en su mayoría, groseros y mal encarados.
De no ser por nuestro compromiso estético con Botticelli, Tiziano y Piero de la Francesca, entre otros, con gusto nos habríamos dado la vuelta a la entrada de la Galería de los Uffizi.
El celo por entrar a estos lugares, aunado al exceso turístico, hace que la visita sea incómoda. Disfruté, particularmente, el recorrido por la Galería de los Uffizi, sin embargo, el concepto Sambil que se desarrolla entre los andantes hace que, en ocasiones, se sienta algo muy parecido a la nausea. La Primavera resulta fascinante. La virgen del Magnificat impone su noción original y plena de belleza. Pude disfrutar, de manera afable, del retrato de mi siempre bien apreciado Federico de Montefeltro modelado por Piero della Francesca. La anunciación de Leonardo también es preciosa. Pudimos entrar a los Uffizi ya que, hacía más de un mes, había reservado las entradas por Internet. La cola para adquirir boletos, bajo una lluvia fuerte, daba dos vueltas al edificio.

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